La disolución del ser en el movimiento y en la Danza

 

Quien no haya tenido al menos una experiencia estética en su vida no puede llamarse a sí mismo parte de esta especie. Sin duda, la capacidad de percepción de la belleza como un concepto complejo que va más allá de la sensibilidad básica es una consecuencia de nuestra capacidad de conciencia de la naturaleza que se nos presenta. La imaginación se da solamente en los seres que tienen la capacidad de contemplar y reconfigurar dentro de sus cuerpos* aquello que los potencia a seguir existiendo.
Ninguna palabra puede representar lo que la naturaleza, en la imaginación de nuestros cuerpos, puede expresar como símbolo estético; en palabras de Kant, como idea estética. La imaginación y el entendimiento desde nuestros cuerpos son las condiciones básicas para poder generar una experiencia estética y poder expresar lo que la naturaleza, por sí misma, necesita decirnos.
En este ensayo intentaré demostrar que, debido a las condiciones complejas en las que se presenta la interrelación de la imaginación, el entendimiento y el movimiento en el cuerpo como un todo, la posibilidad de generar una experiencia artística por parte de un individuo tiene que provenir siempre del movimiento y, esto, a su vez, da un lugar preferencial a la danza como arte estético primordial para que los demás existan.

“¡Y demos por perdido el día en que no hayamos bailado al menos una vez!” 

Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche


El concepto de belleza Lo que aquí concierne, como punto de partida, es la comprensión del concepto de belleza. Kant maneja una definición muy clara para su conceptualización a partir del juicio. Para él,
la belleza es: 

"[L]a expresión de ideas estéticas: solamente hay que hacer la distinción, de que, en las bellas artes, la idea estética debe ser ocasionada por un concepto del objeto, mientras que, en la belleza de la naturaleza, la simple reflexión que nos hacemos sobre una intuición dada, sin ningún concepto de lo que debe ser el objeto, basta para excitar y comunicar la idea de la que este objeto se considera como su expresión” 1.

Bajo esta concepción, la naturaleza es imposible que genere por sí misma una expresión conceptual compleja sobre sí misma. La naturaleza sólo excita y comunica una idea sobre un objeto, pero de ninguna forma ejerce una acción capaz de expresar como un concepto complejo aquello que la naturaleza quiere decir. Es una línea muy delgada pero muy importante ya que la naturaleza como objeto de representación ajeno al sistema cognitivo humano sólo puede generar sensaciones inmediatas que permiten reaccionar ante el sistema, pero que de ninguna forma aseguran la formación de un sistema de reflexión complejo por parte del sujeto cognoscente que la contempla.
Todo sentimiento sobre la naturaleza es correcto, no se puede generar un juicio de valor ante una sensación, no se puede decidir cuál es la sensación correcta ya que depende de la percepción del sujeto que la siente. Cada cuerpo tiene características distintas en su condición que percibirán el ambiente y los objetos de formas distintas. Hume nos dice: “Buscar la belleza real o la deformidad real es una búsqueda tan infructuosa como pretender encontrar el dulzor o el amargor reales” 2. La belleza real en la naturaleza no existe, siempre tiene que haber un agente que lo interprete y ese agente tiene que ser capaz de conocer de forma compleja, con su cuerpo, lo que está en ella. El agente es el sistema sensible de la corporalidad pero que, además, puede conocer desde un ámbito consciente en su cuerpo lo que está percibiendo. Hay cierta delicadeza en la capacidad de percibir la belleza. No cualquiera puede percibirla en cualquier momento sólo por sentir algo. Siempre debe ejercerse el gusto desde un cuerpo cognoscente que interprete la sensación y la pueda transmitir.

De la voluntad y de la disolución del principio de razón
En la estética de Schopenhauer podemos ver que la pura interpretación acerca de las cosas que se observan y que producen una acción recíproca no son suficientes para merecer la denotación de una experiencia estética. Schopenhauer dice:
“Cuando un sujeto, elevado por la fuerza del espíritu, abandona la forma habitual de considerar las cosas, dejando de ocuparse únicamente de sus relaciones recíprocas, (...) guiado por las formas del principio de razón; es decir, cuando no considera ya el dónde, cuándo, porqué y para qué de las cosas sino única y exclusivamente el qué; cuando su conciencia no se interesa tampoco por el pensamiento abstracto, por los conceptos de la razón, sino que, en lugar de todo eso, entrega a la intuición todo el poder de su espíritu se sumerge totalmente en ella y llena toda su conciencia con la tranquila contemplación del objeto natural que en ese momento se presenta, sea un paisaje, un árbol, una roca, un edificio o cualquier otra cosa” 3. Es necesaria la liberación del sujeto para que la razón se haga a un lado y permita que la experiencia misma fluya a través del ser. Los sujetos no pueden ser contemplativos sin conocimiento de lo que hay en la cosa, en la naturaleza, pero este conocer no debe ser confundido con la abstracción de la razón. La razón es sólo la representación de la voluntad de la naturaleza en nuestro ser, para tener una experiencia estética la representación debe de alejarse de nosotros para formar parte del todo y sumergirse de fondo en la misma experiencia estética. Para Hume y para Kant, aquel que sólo observa la naturaleza no la percibe como experiencia estética, se requiere de un conocimiento y una técnica. Para Schopenhauer hay que trascender esto todavía más allá. No es la razón la que nos permite experimentar a la naturaleza sino una disolución completa del ser como sujeto de razón que se permite poder integrarse a esa naturaleza, que se sumerge en ella y que llena esa conciencia, ese ser cognoscente e imaginativo, con la pura contemplación del objeto. Con esto, el sujeto se convierte en objeto mismo y pertenece ahora a la naturaleza porque sólo la razón es la que nos aleja de ella. Al final, nuestra corporalidad siempre siguió siendo parte de ella, sólo se olvidó con la razón. Schopenhauer nos dice:
“Cuando el conocimiento se desprende de la servidumbre de la voluntad y del sujeto deja así de ser un mero individuo y se convierte en un puro y desinteresado sujeto del conocimiento, el cual no se ocupa ya de las relaciones conforme al principio de razón, sino que descansa en la fija contemplación del objeto que se le ofrece, fuera de su conexión con cualquier otro, quedando absorbido por ella” 4. La voluntad de las cosas es aquello que les permiten seguir potenciando su existencia. La voluntad es lo que conforma a la realidad y la mantiene para poder seguir produciendo una representación en nosotros. La disolución de la razón es esencial para conseguir la experiencia estética y, por supuesto, para generarla. Esto permite que no sólo se pueda observar como un agente extraño a la naturaleza, sino que el sujeto se absorba por la naturaleza misma y ella se exprese a través de él como una representación más de ella. Es la voluntad de la naturaleza convertida en objeto de representación o, dicho de otra forma, la objetividad de la voluntad.
De las artes figurativas Las artes figurativas o las bellas artes tienen como finalidad expresar las ideas del mundo, manifestar la voluntad de la naturaleza a través de un ser cognoscente que predica, inmerso en esa misma expresión, lo que la naturaleza tiene en sí misma. La genialidad del sujeto que las enuncie radicará en expresarse como parte de ella, no de forma racional sino como puro sujeto del conocimiento. Kant dice: “el genio es la originalidad ejemplar del talento natural que revela un sujeto en el libre ejercicio de sus facultades de conocer” 5. El talento y la originalidad son fundamentales para poder expresar el conocimiento puro de la Naturaleza. Ese talento se podría describir como aquello que en nuestros cuerpos existe; aquello que permite potenciar lo que la naturaleza misma, que se ejerce en nuestros cuerpos, puede producir. Al tener talento y técnica previa al acontecimiento estético se permite explorar la acción desde la pura capacidad imaginativa del conocimiento puro y, por tanto, expresar lo que la naturaleza genera desde ese cuerpo que ya no está separado de ella; ya no hay discontinuidad. Schopenhauer dice: “el que está sumido en esta intuición no es ya un individuo, pues el individuo se ha perdido en ella: es un puro, involuntario, exento de dolor e intemporal sujeto de conocimiento” 6. El genio se presenta como un ser intuitivo que previamente logró esa capacidad al contemplar de forma consiente lo que existía en la naturaleza y que también lo atraviesa como ser inmerso en ella. Al alejarse de la representación de la voluntad y encontrarse como un sujeto puro de conocimiento es capaz de generar algo totalmente nuevo, pero que proviene de su misma interacción eterna que lo suscribe a la naturaleza por siempre.
“perder totalmente de vista su interés, su querer y sus fines, y luego desprenderse totalmente por un tiempo de la propia personalidad, para quedar como puro sujeto cognoscente, claro ojo del mundo: y ello, no instantáneamente sino de forma tan sostenida y con tanto discernimiento como sea necesario para reproducir lo captado a través de un arte reflexivo y fijar en pensamientos verdaderos lo que está suspendido en el fluctuante fenómeno” 7. El genio artístico debe ejercer su posibilidad de existencia como materia que interacciona en la naturaleza misma, como ser natural que puede producir y reproducir ideas que en ella se encuentran. Dice Shopenahuer: “El arte reproduce las ideas eternas captadas en la pura contemplación, lo esencial y permanente de todos los fenómenos del mundo; según sea la materia en la que las reproduce, será arte plástica, poesía o música. Su único origen es el conocimiento de las ideas; su único fin, la comunicación de ese conocimiento” 8. El genio artístico es incuestionablemente fenomenológico, performativo y comunicativo, es decir, es algo que se acontece a sí mismo por la acción y la comunicación consigo mismo. Eso debe ser el artista y así debe presentarse el arte.

Sobre la música como primer arte Desde la perspectiva de Schopenhauer, debido a su condición de inmediatez para la voluntad, es decir, el primer efecto que se genera incluso antes de la existencia del ser cognoscente, la música es el arte por excelencia. Para él, como para muchos autores posteriores a él, el sonido es el inicio de la representación. Él menciona que: “la música no es en modo alguno, como las demás artes, la copia de las ideas sino la copia de la voluntad misma cuya objetividad son también las ideas: por eso el efecto de la música es mucho más poderoso y penetrante que el de las demás artes: pues estas solo hablan de la sombra, ella del ser” 9.
Para él, la música es primordial en el Universo, es la fuerza creadora de movimiento que ejerce su vibración y resonancia en la voluntad, incluso previa a la existencia de los seres vivos. La potencia de la música para mover al Universo le hace pensar que este podría ser el arte más poderoso. Las demás artes se permiten existir cuando copian a las ideas del mundo; la música, para él, es el ser mismo de la voluntad, es idea en sí misma. Las vibraciones del universo se representan como primer instante de incorporación estética y es para los seres humanos el inicio de la contemplación y la sensibilidad, incluso dentro del vientre materno antes de que existamos. “Siempre se oye, en el interior de cada mente, una música primigenia, anterior, unas notas que vibran en la conciencia cuando ésta hace las veces de recipiente” 10.
Schopenhauer percibe tres tipos de expresión de la música. La más primordial es la del mundo inorgánico, aquella que se genera como voluntad en sí misma, la vibración de las partículas que permiten que el mundo se mantenga tanto en movimiento como cohesionado. En segundo lugar, aparece la musicalización de la naturaleza. Las plantas y animales que cantan cuando la voluntad se expresa en ellas y nos generan un primer acercamiento consciente hacia la estética. Es aquí donde la representación del ser humano se puede dar en la contemplación, de forma vacía si se quiere porque falta de una armonía compleja que la configure, pero ejercida como movimiento y representación de lo que en la naturaleza existe, del objeto mismo.
“Pero a todas esas voces de bajo y de relleno que forman la armonía les falta aquella conexión en el avance que solo posee la voz superior, la que canta la melodía, que es también la única que se mueve rápida y ligera en modulaciones y escalas, mientras que todas las demás tienen un movimiento más lento, sin una conexión que se mantenga en cada una por sí misma” 11. Las voces superiores, que cantan melodías conscientes de serlo, armonizadas desde la combinación de los movimientos de la naturaleza y de la voluntad misma, son los que para Schopenhauer le otorgan el mayor valor al arte musical. Un pensamiento que representa la totalidad de la voluntad en sí misma. Sólo el ser humano puede generar la conexión última de toda la voluntad objetiva libre de representación al momento de evocar una melodía. Así se conecta todo de principio a fin en un eterno retorno de la voluntad hacia sí misma. La música, en su vibración discreta del mundo inorgánico y luego explícita en los acordes de Beethoven, conecta la estética en un total y armonioso movimiento de la voluntad.

De la danza, que es el movimiento primigenio Muchos otros han seguido los pasos de Schopenhauer acerca de la música como arte primordial. En ello se entiende la importancia de la inmanencia del sonido en el mundo y su acción como agente de la voluntad. Pero algunos otros han dado consideración a otras artes como las primordiales. Kant asegura que la música, en términos de la cultura que le dan al espíritu y al conocimiento, es el último arte ya que no es figurativo sino un simple juego de sensaciones. Para Kant, las artes que crean mayor entendimiento son las que permiten una mayor expresión artística. Para otros estetas como Bataille el surgimiento de la pintura formaría un punto de inflexión para la diferenciación de la naturaleza con el ser humano, haciendo que este fuera el arte más importante en su teoría ya que es el momento que nos separa de la animalidad. Para Benjamin, el cine es el arte más interesante ya que permite una mayor expresión del ser debido a su capacidad comunicativa y su posibilidad de accionar y acontecer de diversas formas. Lo que me interesa exponer aquí es que, a mi parecer y a pesar de las concepciones estéticas de Schopenhauer, sigue siendo la danza el arte más interesante. Nietzsche, en sus primeros escritos, también concebía a la música como el arte primordial. Él menciona que: “La palabra actúa primero sobre el mundo conceptual, y sólo a partir de él lo hace sobre el sentimiento. (...) En cambio, la música toca directamente el corazón, puesto que es el verdadero lenguaje universal que en todas partes se comprende” 12. Para él, la palabra y todas las artes que requieren de ese lenguaje para expresarse necesitan del mundo conceptual para ser entendidos por los sentimientos. No es posible que la poesía sea reconocida por ningún ser desconceptualizado de lenguaje y asociación epistemológica. Sin embargo, la música puede escribirse en un lenguaje universal, uno que puede ser percibido por el simple hecho de ser escuchado como una condición melódica. Nuevamente el movimiento es esencial en este sentido y permite que las vibraciones de la voluntad se impregnen en los seres que lo perciben.
La percepción del movimiento sin condición de razonamiento se vuelve una vez más presente. Entre mayor razonamiento, la expresión estética se vuelve más imperceptible. Pero, así mismo, Nietzsche considera una cosa importante que, más adelante en sus obras, será esencial en su ontología: El baile es necesario para la percepción máxima de las formas musicales. Al momento de danzar y ya no sólo escuchar, se puede sentir la música en una nueva experiencia hecha visible. Los movimientos y vibraciones que se perciben de una forma muy abstracta en el cuerpo ahora también pueden ser apreciados en su corporalidad por los movimientos de la materia que contienen. Un cuerpo que, además, es siempre similar al ser humano y también a la naturaleza misma al mismo tiempo. Para Valery “la Danza es un arte de los movimientos humanos, de aquellos que pueden ser voluntarios (...) se trata de alcanzar un objeto o lugar, o de modificar alguna percepción o sensación en un punto determinado” 13. Ya no sólo es la modificación del medio sin colocación espacial, como lo hace la música, sino que también, en la danza, se exhibe la modificación de un espacio determinado. Es la unión máxima de las condiciones de tiempo y espacio que formulan al Universo mismo. Dimensiones de esta realidad que permiten la existencia de un objeto en el plano de lo sensible. Muchos dirán que el movimiento de la danza requiere de la música para ser operada, pero yo digo: la música requiere del baile para existir. Las partículas que resuenan en este Universo son porque están modificando su espacio y su tiempo en la realidad. La sensibilidad de las vibraciones sólo se puede obtener exigiéndole movimiento a las partículas y a esos mismos cuerpos que las generan y las perciben. ¿Acaso la rítmica que se genera en los acordes de un piano al ser tocado con gran armonía no requiere del desplazamiento coordinado de los dedos y manos del pianista que danzan en su pista de baile blanca y negra de 88 peldaños? ¿Acaso no hay un movimiento desenvuelto de todas las extremidades de un cuerpo cuando un conjunto de tambores se regodean para vibrar los rincones de una habitación? E incluso en el canto, ¿qué no bailan las cuerdas bucales y los labios en un ejercicio sincrónico que modifican la forma en que el aire puede ser expedido del cuerpo? Valery nos dice:
“[N]uestros miembros pueden ejecutar una serie de figuras que se encadenan, cuya frecuencia produce una especie de embriaguez que va de la languidez al delirio, y desde una suerte de abandono hipnótico a una especie de furor. Se ha creado el estado de danza. Un análisis más sutil vería en ello sin duda un fenómeno neuromuscular análogo a la resonancia, que tan importante lugar tiene en la física” 14.

La danza tiene el componente esencial para el genio: virtud creadora, decisiva para generar una obra de arte. El baile es el signo sensible de nuestra presencia en el Universo. Es el movimiento que genera no sólo una actividad estética sino a todas las demás artes, incluso, y en especial, a la música misma. Antes de los instrumentos estaba el baile, antes del sonido creado por el organismo sensible está el movimiento que genera la vibración, ese movimiento que sin armonizar genera ruido solamente, pero que armonizado genera música con la misma rítmica del arte que lo creo. La voluntad de Schopenhauer y la voluntad de poder de Nietzsche flanquean súbitamente en el movimiento. Las vibraciones para Schopenhauer son esenciales para dar a la música el carácter supremo de arte, aquellas que se encuentran incluso antes de la naturaleza, pero ¿qué sería del sonido sin materia que se mueva? En el espacio, el vacío es inmenso, millones de kilómetros donde no hay sonido, donde no hay transmisión de vibración, donde hay silencio. Sin embargo, hasta en el más lejano y extraño de los seres materiales de este universo, mientras hay espacio y tiempo, hay movimiento. Mientras hay materia, hay cuerpos que danzan. Mientras hay partículas energizadas, hay baile. Quién no ha visto dos estrellas colapsar o un hoyo negro alimentarse de la luz de un sistema planetario, por supuesto que no podrá entender la ubicuidad del movimiento y de la danza. Nietzsche nos dice: “Yo no creería más que en un dios que supiese bailar. Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu de la pesadez, él hace caer a todas las cosas. No con la cólera, sino con la risa se mata. ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez! He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio. Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí” 15.
La voluntad es movimiento, es lo que permite ejercer una acción en el mundo. El movimiento es danza de los cuerpos micro y macroscópicos, es la más pura belleza que se puede encontrar en el universo. Y al danzar, nosotros, acabamos con los espíritus pesados de la estásis, de lo que no quiere avanzar. La razón nos paraliza, la danza nos permite caminar hacia la expresión máxima de la naturaleza expuesta en nosotros: la capacidad de movernos con ella en la danza y en todas las demás artes.
La voluntad nos puede atravesar y ejercerse desde el sujeto sólo si se mueve dentro de nosotros y nos mueve junto con ella. Esa es la disolución pura del ser, el genio se debe reentender como parte del todo en su movimiento y, entonces sí, vibrar y ejercer sonidos. Pero antes, siempre el baile, siempre la conmoción de la movilidad que permite al sonido salir de la naturaleza, utilizando al genio para armonizar el mismo universo que lo vio nacer.

* Usaré durante todo el ensayo, sin ninguna distinción, cuerpo y mente para alejarme de los conceptos Cartesianos que abundan en la actualidad como diferenciadores de lo que sucede en los cuerpos y en un sistema metafísico como es el de las ideas. Esto con el fin de dar lugar a una concepción más compleja de lo que efectúa la mente y el cuerpo como una entidad sola que es el individuo y que carecen de independencia, existen juntos y se interrelacionan en todo momento.

1 Immanuel Kant, Crítica del juicio... p. 389.
2 David Hume, Sobre la norma del gusto... p. 43.
3 Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad... p. 109-110.
4 Íbidem, p. 109. 5 Immanuel Kant, Crítica del juicio... p. 378. 6 Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad... p. 109.
7 Íbidem, p. 113. 8 Íbidem, p. 112. 9 Íbidem, p. 153-154.
10 Ramón Andrés, Pensar y no caer, p. 183. 11 Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad... p. 154.
12 Friedrich Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, p. 220.
13 Paul Valery, Piezas sobre arte, p. 19. 14 Íbidem, p. 21.
15 Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra..., p. 24.
Bibliografía • Andrés, Ramón, Pensar y no caer, Acantilado, Barcelona, 2016, pp. 224. • Kant, Immanuel, Crítica del juicio seguida de las observaciones sobre el asentimiento de lo bello y lo sublime, Losada, Madrid, pp. 831. • Hume, David, Sobre la norma del gusto y otros escritos sobre estética, Valencia, MUVIM, 2008, en https://www.ugr.es/~zink/princip/Hume1757.pdf • Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra, Libro para todos y para nadie, (trad. Víctor Carrera), Orbilibro, México, 2018, pp. 375. • Nietzsche, Friedrich, El nacimiento de la tragedia, (trad. Andrés Sánchez Pascual), Alianza, Barcelona, 2004, p. 220. • Schopenhauer, Arthur, El mundo como voluntad y representación, Vol 1, (Trad. Pilar López), pp. 289 en http://Rebeliones.4shared.com • Valery, Paul, Piezas sobre arte, (trad. José Luis Arántegui), La balsa de la Medusa, Madrid, 1999, pp. 281.

Daniel Gerhartz, 1965 | Ballet dancers

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