La dictadura conceptual que transformará a México


En la presente administración de nuestro país, que comenzó en el año 2018 y que, supuestamente, culminará en el 2024, se ha prometido un cambio de régimen basado en las ideas de un solo sujeto. La maquinaria política y supuestamente democrática que se utilizó para poder realizar este proceso fue masiva. Nunca antes se había contado con una participación electoral tan grande que llevara a una persona a ser Jefe de Estado. Con una mayoría en el congreso y con la mayoría del pueblo apoyando a su favor, la cantidad de poder que posee actualmente esta administración podría manifestar uno de los sucesos más drásticos desde que comenzó el régimen priista del siglo pasado, pero no de forma favorable como se cree. Este sistema abrumador ha llevado a un sinfín de condiciones que demeritan la democracia en muchos sentidos y que promueven una instauración de un régimen unilateral basado en las ideas particulares de un solo sujeto. 

Esto, en otros países ya ha sucedido, y en diversas ocasiones ha propiciado la instauración de sistemas políticos dictatoriales. La nueva capacidad, tanto gubernamental como ideológica de este gobierno, podría acontecer en una dictadura que, por ser disfrazada en el ideario colectivo, no pareciera ser preocupante, pero que a largo plazo puede llevar a uno de los momentos más trágicos de la historia de este país: una transformación completa que desenmascare una nueva forma de gobierno, un estado dictatorial escondido en la ficción de no serlo.

De transformaciones y cambios

Transformar es cambiar lo esencial. Cualquier transformación política implica una modificación de la realidad en la que se vive para producir una nueva forma de existencia. En México se han generado supuestas transformaciones a través del tiempo histórico y han sido marcadas por sucesos que preceden de un lugar específico y que generan una nueva forma de entendimiento de la realidad del país. 

La historia se construye, no es que exista por sí sola. En la medida en que los individuos intentan conservarse a sí mismos a través del tiempo, inventan historias sobre los hechos acontecidos para obtener una identidad que los mantenga vivos y que les defina su significado. La historia ha permitido que naciones, culturas y personas puedan obtener rasgos de identidad que se mantengan a pesar de que lo perecedero, como la vida finita del ser humano, se acabe. La historia, por tanto, trasciende el tiempo y la vida humana por su característica de creación colectiva, pero ¿qué sucede cuando la historia es contada por una sola persona? Las verdades se cuentan desde una sola perspectiva y, si generan un esparcimiento de esa verdad hacia el resto de la población, se genera una supuesta colectividad que, por supuesto, sólo reside de la información que una sola persona produce.

Los sucesos no son algo por sí mismos, sino que requieren del sentido que alguien externo pueda llegar a darles. O’ Gorman nos dice que: “cualquier acto, si se le considera en sí mismo, es un acontecimiento que carece de sentido, un acontecimiento del que, por lo tanto, no podemos afirmar lo que es, o sea un acontecimiento sin ser determinado. Para que lo tenga, para que podamos afirmar lo que es, debemos postularle una intención o propósito”.   El propósito o la intención, es lo que hace que un suceso se convierta en un hecho histórico. El fundamento teleológico de un evento, es decir, con mira hacia un destino, es lo que permitirá que signifique algo para la historia. para Danto: 

"[L]os acontecimientos históricos sólo adquieren significado histórico gracias a su relación con acontecimientos posteriores, a los que el historiador concede importancia en función de sus intereses presentes. Esto, por supuesto, significa que no hay historia -en el sentido narrativo del término- del presente, porque el futuro está abierto; no sabernos cómo organizarán nuestro presente los futuros historiadores o incluso nosotros mismos".

Esto implica que el historiador necesita obligatoriamente conocer el futuro de los sucesos y, de cierta manera, el destino hacia el que los hechos históricos se van entrelazando. El hecho histórico tiene un fundamento teleológico, pero esto no implica que el historiador sepa lo que va a suceder en el futuro, sino que, desde su perspectiva futura, puede determinar lo que estaba por suceder en un pasado menos lejano que el del origen de la historia. 

En la actualidad presenciamos un discurso político que anuncia una transformación histórica, pero a falta de futuro, es imposible capacitarnos de una genealogía que describa las situaciones históricas que acontecerán de una u otra forma. La historia no se puede construir en presente, requiere de una concepción de los sucesos pasados para el rastreo de la narrativa específica que generará cierta modificación de la historia. Aspe nos dice: 

"[L]as transformaciones políticas no implican un progreso lineal ascendente, como lo había interpretado la historiografía oficial. Es así que los argumentos filosóficos que se esgrimen en las transformaciones políticas deben precisar bien el significado de su terminología; todos los argumentos filosóficos de las transformaciones de México han hablado de libertad y justicia, pero qué se entienda por cada uno de esos términos en un momento específico, es distinto".  

No hay un progreso lineal en la historia, pero sí en la historiografía, porque se narran los sucesos con un inicio y un final para que se puedan expresar como una narración determinada. Teleología previa al suceso no puede existir, sólo en retrospectiva se pueden llegar a esas condiciones. Los argumentos sobre qué es un cambio histórico se manejan en un lenguaje específico temporal que refiere a lo que, en ese momento, conceptualmente, se entiende como una u otra cosa. Ahí es donde reside el problema más grave de la actual administración y de la ideología que la gobierna: “Si un agente político nombra como existente algo que todavía no ha existido, estamos ante una operación ideológica”. 

Los métodos de la administración actual

López Obrador se instaura como representante del poder ejecutivo a través de artimañas conceptuales que desencadenan en un apoyo incondicional de la gente que lo sigue. Sin capacidad de crítica por la desinformación conceptual y argumentativa, no informativa, lo que busca el nuevo régimen es una transformación en el ámbito moral, pero que se descubre como una instauración de las ideologías pasadas con una perspectiva enfocada a las ideas de un solo patriarca. Una figura mesiánica que genera conceptualizaciones distintas sobre definiciones anacrónicas que, más que transformar en la práctica las viejas usanzas del estructuralismo ancestral, lo refuerza, pero con la incapacidad de contrargumentación racional por parte de los detractores.

“[P]or el bien de todos, primero los pobres”.  Maniobras lingüísticas como ésta se encuentran en la diversidad de discursos del actual presidente de México. Las construcciones de conceptos son más importantes en este caso que la narrativa que se está usando. ‘El bien’, ‘todos’, ‘los pobres’, son estructuras retórico-lingüísticas que promueven una desestabilización de los contraargumentos que se puedan dar ante las diversas afirmaciones. Es claro que la contrapropuesta a este argumento quedaría instaurada como una posición desconcertante: ‘Por el bien de algunos, primero los ricos’ no sería una frase que muchos quisieran escuchar de un presidente recién electo. Pero el problema reside en preguntarse ¿Quiénes son esos pobres y qué es el bien de ellos? En estas estructuras conceptuales que muchas veces incluyen conceptos como libertad, justicia, bondad, ética, es donde se desenvuelve el dilema del actual presidente de México. Refutar conceptos que indiscutiblemente son vistos por la gente como benéficos no pueden ser criticados porque si no se es un fascista, conservador (peyorativamente) o desestabilizador del sistema. Mientras que la discusión importante se disocia del concepto. Las preguntas podrían gestarse desde otros aspectos como: ¿A qué se refiere con cada una de esas declaraciones? ¿Qué es el bien y quiénes son todos? ¿Y a quiénes considera pobres y por qué?

Es claro que cualquier gobernante es retórico por naturaleza. No trato de decir que las antiguas administraciones no basaron su poder político en la difamación y las mentiras de lo que buscaban y lo que realmente intentaban hacer. Los retóricos pasados, instaurados como presidentes supuestamente electos, han utilizado el convencimiento para poder seducir a los ciudadanos y conseguir el poder y sus deseos personales. Pero la administración actual juega un papel preponderante a diferencia de las administraciones anteriores gracias a su capacidad de convencimiento narrativo. 

Un error en la búsqueda de adulación por parte del pueblo que se tuvo en tiempos anteriores fue el uso de una retórica dirigida hacia una de las partes de la sociedad solamente. Se acomodaban los discursos para que los amigos se mantuvieran firmes y los enemigos fueran una fuerza política reactiva que contrargumentaba bastante bien. Ahora esto no ha sucedido. 

Las fuerzas políticas institucionalizadas de contrapropuesta han sido divergidas debido a dos componentes. El primero reside en la falta de valor moral que se ha visto mermado por todo lo que los precede. Ningún partido político de contraposición o militante de ellos tiene la capacidad de mostrar una buena cara ante una sociedad que los ha visto destruir durante años este país. El segundo es la falta de cohesión ya que, a pesar de ser partidos políticos de antaño, han sido mermados por la reestructuración de sus partidos y la migración de muchos de sus agentes hacia una fuerza política que sobresale, justamente aquella contra la que se lucha. Muchos personajes del pasado han vuelto en forma de una fuerza política que se ha cohesionado simple y sencillamente por el seguimiento hacia una persona. López Obrador ha conseguido deshacer las fuerzas políticas ajenas no porque tenga una mejor propuesta compleja que permita reentender o reconstruir la situación del país, sino porque ha conformado un partido político que no tiene ningún tipo de ideología política más que la suya, que obra para todos lados. Bajo esta administración se ha utilizado un mecanismo de convencimiento impresionante gracias a lo que yo llamo la ‘retórica conceptual de las mil partes’. Un discurso que atraviesa a todos y a ninguno al mismo tiempo, con argumentos que no son humanamente posibles en la práctica pero que parecen permear en todos aquellos que lo escuchan y entonces, todos están satisfechos con ellas, pero a la vez esperan que no sucedan. Intriga escuchar el apoyo hacia diversos discursos que en la práctica son contraposiciones a ellos mismos. No hay cohesión en la argumentación ni en la conceptualización, por tanto, no hay cohesión en ningún lado adyacente ni tangencial.

No parece impactar a nadie que este ha sido el presidente que más mentiras ha dicho en toda la historia de este país, y no porque los demás no mintieran, sino porque sólo les mentían a unos cuantos. En la actualidad, la retórica se dirige hacia todos y todas y produce una confrontación en lo elemental, en la forma de entender los conceptos. Es una guerra que ya no va en las prácticas sino en los conceptos mismos. Con discursos incongruentes, disparatados, mal hechos que no responden nada pero que tampoco generan nuevas preguntas porque ni siquiera se entendió de lo que se estaba hablando. Esto sucede todos los días desde que el presidente tomó posesión hace tres años.

En la actualidad podemos ver todos los días en los disertaciones inexcusables de lo que se conoce como ‘Las Mañaneras’ discursos que apoyan a que continúe en México un régimen neoliberal, pero a la vez se promueve el izquierdismo o reformismo social; se escuchan habladurías sobre el apoyo a los pueblos indígenas mientras se destituyen sus propiedades autónomas para la construcción de trenes y refinerías; se construye una agenda supuestamente ecológica que prefiere la utilización de energía de combustibles fósiles que repudia las energías renovables; se acuerdan apoyos a la ciencia y a la investigación con reducción o eliminación completa de presupuesto y de apoyos para las y los investigadores; se promueve la educación que elimina becas para estudiantes y conviene dinero para los que no lo hacen; y se dice que se tiene una supuesta agenda de salud que beneficiará a todos los de bajos recursos que no pueden pagar un seguro, pero que elimina los apoyos a la compra de medicinas para enfermos con VIH y con cáncer. 

Landa nos dice: “en la presidencia de López Obrador, la racionalidad capitalista liberal sigue su despliegue, sin variación esencial significativa”.  Un gobierno que se autopresenta como anti-neoliberal, de izquierda y comprometido con la sociedad, tendría que fortalecer una actitud consciente y crítica de los ciudadanos combatiendo los procesos de enajenación y cosificación, sin embargo, también promueve la compra y venta en el extranjero, el mercado de expropiación y la importancia para la economía de la globalización y de las transnacionales. Vargas dice: “A mi juicio, no basta con enunciar un principio sino explicar las causas y las consecuencias de llevar a cabo una determinada conducta”.  No sólo se trata de denunciar lo que está bien o lo que está mal sino de actuar en correspondencia con la identidad que se pretende ser.

El presidente de la actual administración ha preferido encausar su discurso hacia la desestabilidad conceptual. Ya no se sabe contra lo que se está peleando porque en el discurso aparece un tipo de políticas con las que cierta parte de la sociedad está de acuerdo, pero en la acción se llevan a cabo acciones que no representan lo dicho en el discurso. Esto genera una conformidad absurda y paradójica porque no permite que se haga ningún uso de razón argumentativa para defenderse. Por supuesto que decir que se buscará la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la salud y la educación es algo que cualquier persona que escuche deseará de su gobierno, pero nos perdemos en la definición de esos conceptos para poder seguir absortos ante un régimen fallido que no parece ver por ninguno de estos planteamientos en la realidad. En la disyuntiva se diluye el concepto en la conformación de las acciones y entonces se construyen conceptos que no permiten estar en desacuerdo, pero tampoco de acuerdo, porque ya nada tiene sentido.  

El llamar algo por lo que no es, es claro en el método de incorporación de conceptos en la actual administración, incluso es autonombrada como una transformación histórica cuando no puede ser llamada así por principio conceptuales de lo que significa el término. Landa nos dice: “Esa maniobra [el llamarse a sí mismo la 4T] supone un compromiso histórico y propicia efectos propagandísticos esperanzadores, entre quienes soportaron, casi hasta el límite del estallido insurreccional, las falencias de un régimen política, social, económica y moralmente nefando e insostenible”.  Y por supuesto construye un efecto de filiación hacia los discursos y las acciones, sólo porque funcionan para todo y para todos.

Es posible que estemos ante un círculo vicioso. López Obrador proviene de la misma ideología priista que gobernó dictatorialmente durante más de 70 años. Por supuesto, en los libros de historia nunca se ha hablado sobre la dictadura mexicana porque representaría una pérdida de la narrativa constitucional en México y, sobre todo, porque nunca ha habido, desde que comenzó el presidencialismo, un momento en el que haya habido un golpe de Estado por un personaje militar. Las dictaduras mexicanas han sido de otra índole, manteniendo el mismo concepto violento que militariza a nuestro país y con las mismas prácticas e ideologías, pero sin tener que recurrir a la desestructuralización de la supuesta democracia y de sus tres poderes. En la actualidad la dictadura parece haber encontrado un legado que lo suscriba a la sociedad y lo fundamente sin parecer que está sucediendo. 

Ya mucho se ha hablado de lo que antiguos presidentes diseñaron como mecanismos políticos para gobernar opresivamente, pero en esta administración el giro ha sido todavía más interesante. Nos hemos encontrado con la presencia de un sujeto que contiene una inmensidad de características dictatoriales pero que no se percibe por la sociedad de esta forma. Por supuesto él no es un militar y por tanto su estrategia no va de la mano a la carnicería que sólo puede diseñar un caudillo. No se trata de convertirse en Venezuela, o en Corea del Norte o en Cuba, se trata de que en México hay algo nuevo, una nueva usanza de lo que significa ser dictador. Una dictadura que se disuelve en la incapacidad conceptual que se genera por parte de los detractores y que embellece todo en un ámbito de soberanía y progreso social. Para entender esto debemos desentrañar algunas de las condiciones de los dictadores que han existido a lo largo de la historia. 

Historia sobre un dictador

Los dictadores suelen ser narcisistas patológicos, creen que son el centro del universo y que todo debe pasar como ellos dicen que debe pasar. Su respuesta a cualquier tipo de crítica es el ataque. Nadie puede hacer las cosas mejor que ellos ni generar nuevas ideas. Están seguros de que están construyendo un mundo mejor, poseen una utopía autoprofesada. Ésta es una de las características fundamentales del sujeto a cargo de nuestro país. Una persona que ante cualquier crítica difama y desdeña a quien la esté realizando y que no puede haber nada mejor que lo que él dice. Las ideas nuevas no pueden venir más que de conservadores oligarcas corruptos que se quieren volver famosos con sus reclamos. El dictador odia las ideas nuevas que puedan cambiar sus verdades. Lo importante es que la verdad siempre sea la misma, la que ellos dicen que es. La verdad sugiere que podemos cuestionar lo que se nos promete o se nos cuenta, por eso no pueden existir otras verdades que las que ellos dicen. Calígula en la voz de Camus decía: “Entonces todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos en la verdad. Y justamente tengo los medios para hacerlos vivir en la verdad”.  También Calígula quería la luna para estar satisfecho y controló a todo su pueblo a base de generar una verdad que, aunque todos supieran que no era la realidad lógica, se tenía que aceptar porque él era el patriarca que lo aseguraba.

Para el dictador la propaganda es su mejor arma. Ésta da los cimientos de su realidad al pueblo. Si preserva los intereses de su mandato, es real, si no, es mentira. La estrategia propagandística es una de las armas más interesantes del actual gobierno y ha sido usada en prácticamente cualquier dictadura conocida. Al controlar la mente de las personas, todos los demás aspectos son dominados. No se trata de que se vuelva una dictadura violenta que elimine cuerpos, sino que elimine la voluntad de esos cuerpos por luchar y reaccionar; un dictador sin apoyo no es nadie. 

Aquel que controla el pasado, controla el futuro. Al momento de intentar predecir la historia, el actual presidente de México está intentando construir un futuro para sí mismo. Hasta hace poco, nunca se podría haber pensado en una reelección ya que las heridas de la revolución mexicana parecen seguir doliendo. Sin embargo, para él, es un discurso que se puede permitir decir como bromas en sus participaciones diarias de show de comedia donde la mayoría se ríe con él. Ni el dedazo priista fue tan cínico como para jugar con ese tema. Las nada discretas afirmaciones a autodenominarse la nueva transformación de México y especificar los sucesos heroicos que hacen de México la nación que es actualmente, indican la clara necesidad de López Obrador de adscribirse en la historia al gobernar las mentes con una profecía de transformación histórica para conformidad de las masas. ¿Será que su mandato dure más de seis años para convertirse en el primer presidente reelecto en más de un siglo de historia?

La historia de los héroes de México le ha servido para construir una imagen. Para ser un dictador en la actualidad se requiere de un gran manejo de la mercadotecnia. No por nada el nombre del actual presidente de nuestro país ha sido reducido a un slogan de pocas letras de fácil asimilación, adjunto a una imagen caricaturesca que simboliza inocencia e infantilismo. Para ser dictador, también se debe demostrar que es el heredero de una visión histórica: Miguel Hidalgo luchando contra España, Benito Juárez luchando contra Maximiliano, Zapata luchando contra Porfirio y, por supuesto, AMLO luchando contra los derechistas conservadores ‘fifís’ de México. Se necesita una estrategia de marketing heroica para generar simpatía de la ciudadanía. Eliminar la confianza con el otro que no sea el Estado. Si se desconfía de todos los demás, la sociedad se entrega voluntariamente al poder del Estado porque se sospecha siempre de los que no son parte de él. Cualquier persona puede ser un traidor, el trabajo del pueblo es encontrar a los conspiradores. La lucha se da entre ellos, el dictador sólo decide a quién se debe buscar ahora.

Por supuesto, nadie gobierna solo. Se necesita un equipo que lo soporte. Se debe ser un hombre del pueblo y trabajar, supuestamente, para él. Se debe crear una imagen de incorporación con las masas y hacer creer que se es uno de ellos: ‘El hombre del pueblo’. De esta forma se produce una fusión con la sociedad, los dictadores se vuelven un organismo colectivo y cualquier mal que lo enjuicie, será visto como un mal para la sociedad. De esta forma, se evita que se generen desacuerdos, él es parte de cada uno de sus seguidores, de su pueblo. Hitler también dijo en algún momento: ‘Me entrego al pueblo alemán’, una queja en común siempre va a unir a la gente y en este momento la queja es contra todo lo anterior. 

Cuando se busca ejercer un régimen dictatorial se debe culpar a alguien para vengarse de ese enemigo en común y cuando el dictador se funde con la masa, los enemigos de la masa son los de él y viceversa. No se trata de construir un movimiento, se debe ser el movimiento, tal y como lo incorpora el partido político al que representa, Morena es, más bien, un partido representado. No importa si sus integrantes son viejos dinosaurios que son reconocidos por sus fallas del pasado, eso puede quedar atrás porque ya pertenecen a un movimiento de regeneración nacional, un movimiento que tiene que acotarse a lo que su dirigente diga porque él los simboliza a cada uno de ellos, porque su ser está disuelto en cada uno de sus constituyentes. 

Los dictadores, además, tienen que construir un legado, no pueden quedar olvidados en la historia. No sólo se trata de ser un legado de intentos fracasados de llegar al poder durante 12 años, los tiranos siempre tienden a grandes proyectos, así lograr la inmortalidad. Los megaproyectos les servirán como recordatorio diario de su grandeza, no importa lo que cuesten en cuestión de dinero, vidas o recursos, lo importante es que el líder se recuerde para siempre.

Un poco de ayuda de la verdad científica

Los datos objetivos basados en conclusiones y observaciones que no se basan en la ideología sino en la precisión objetiva son repudiadas por los tiranos. La ciencia tiene que ser funcional para su gobierno si no, se puede perder su fuerza. Por eso, una de las estrategias usadas durante los gobiernos dictatoriales, es tener científicos comprometidos con el régimen para que no lo cuestionen, sino que lo justifiquen. Stalin invitaba expertos para justificar académicamente sus propuestas de recuperación de la agricultura mientras que cerraba laboratorios de genética que pudieran desalentar sus teorías. La pandemia por Sars-CoV-2 y el tren maya han tenido su panel de expertos que comunican todos los días las formas en que van a morir millones de personas y cientos de especies endémicas, todo sea por la verdad de que el régimen está funcionando.

Corromper la ciencia es fundamental para la acción dictatorial. Bloquear la información de los críticos que se generan en las universidades y seducir a los extranjeros, sobre todo a los que estarán más cerca. Esto permite la unión a la narrativa para otorgarle credibilidad y legitimidad al régimen. Entre más personas se unan a la causa mayor fuerza habrá para controlarlo todo. Franco disolvió la junta de investigación científica y rechazó teorías científicas en contra de su partido como la evolución, Hitler restringió las áreas científicas que se podían investigar y priorizó campos como la física aria, Yahya Jammeh, en Gambia, forzó a miles de personas con VIH a rechazar tratamientos en favor de su remedio personal que, según él, podía erradicar el virus en tres días, AMLO sólo pide que las imágenes santificadas se lleven siempre con uno para protegerse del Covid-19 pero el cubrebocas es innecesario. La lealtad siempre será más importante que el dato científico, por eso siempre habrá otros datos, a pesar de que los datos sólo pueden ser unos en la realidad. Modificar datos es una gran característica de lealtad.

Para Nietzsche la verdad:

"Es un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible". 

Este conjunto de metáforas sobre la realidad y que parecen establecerse canónicamente en el intelecto humano, pueden ser inamovibles con el paso del tiempo. Pero la verdad histórica tiene la ventaja de poder ser re-entendida y re-confirmada posteriormente con el surgimiento de nueva evidencia histórica. Si esto se logra, la historia puede ser tratada como una ciencia y permitir que la realidad del pasado pueda ser asegurada, no como algo inquebrantable, sino como algo que se autocorrige cuando es mostrada una nueva verdad. 

Para que esto pueda pasar, sin embargo, es necesario de un funcionamiento de autocrítica y autoapelación que permita la reincorporación de nuevos datos y hechos históricos que complementen la historia previamente conocida. Esto es posible gracias a la colectividad de las historias y del estudio de los hechos históricos que se cuentan de forma asociativa entre los seres humanos que la viven o que la escuchan. En una autobiografía de un gobierno, el único que está contando la historia es aquel que la está viviendo y existe la posibilidad de que el dictamen de los sucesos declarados sean interpretaciones propias con intención de autojustificación de lo que una misma persona vivió en su pasado. El actor intelectual de estas historias, de estas supuestas verdades, está coludido con aquel que está llevando a cabo el hecho. Es una mentira autoinculcada por ese mismo sujeto. Es una dictadura del concepto. 

Conclusiones

El actual gobierno de México se ha hecho pasar por un cuerpo histórico de transformación positiva para el país. Para esto ha ejercido una maquinaria de poder que no requiere de una disolución de los poderes fácticos, sólo requiere de su plena lealtad. Pero para lograrlo efectuó un sistema nunca antes visto: desglosó los conceptos para que fueran inentendibles, todo con el fin de que la confusión irracional llevara a una aprobación casi total de sus representaciones. Todo es posible en este gobierno, pero siempre que sea concordante con el régimen de un solo sujeto. Esto adquiere un aspecto dictatorial que, por supuesto, puede y ha cambiado a México. Estamos ante la presencia de una autointerpretación de la historia desde la visión de un tirano audaz que sólo ha necesitado desestabilizar los conceptos para poder disolver su ideología en el resto de la población. Las masas ahora son él mismo y él mismo ahora es la masa. Ya no importan los actores particulares si se puede extender el sistema dictatorial difuminado en un gobierno que puede hacer lo que quiera sin que nadie le pueda decir nunca que no.


Bibliografía

Aspe Armella, Virginia. Los dilemas políticos de las transformaciones de México: una aproximación filosófica. México, Tópicos, Revista de Filosofía 58, 2020, pp. 375-410. 

Camus, Albert. Calígula. en http://biblioteca.d2g.com.

Landa, Josu. Claroscuros de la 4T en Ensayos filosóficos sobre la cuarta transformación de México. Guillermo Hurtado y José Alfredo Torres (coord.), México, Editorial Torres Asociados, 2021, pp. 73-98.

López Obrador, Andrés Manuel. Un proyecto alternativo de nación. México, Grijalbo, 2004.

Nietzsche, Friedrich, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Simón Royo Hernández (trad.)en https://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/verdadymentira.pdf.

O’ Gorman, Edmundo. La invención de América, Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 256. 

Vargas Lozano, Gabriel. La guía ética para la transformación de México en Ensayos filosóficos sobre la cuarta transformación de México. Guillermo Hurtado y José Alfredo Torres (coord.), México, Editorial Torres Asociados, 2021, pp. 11-22.

Imagen tomada de:
https://blogger.googleusercontent.com/img/proxy/AVvXsEjMpn9dllIRXYPT1JTi0RiH7FHSdlEGa9qPL37SzEJKYRdJgUnpzcxHfnV-Sj8-wKWFaJAv4vYwM-z3YXKWz6BVYA0HRrA-VK4Q9pKFXnHiQeUs8aXpNYe3M8gdykZJMTyHTgCyB544NCsywJ60EwsuoC5wVWCfHeMLLAETMjmnTbKHEq8=


Comentarios

  1. Excelente análisis. Interesante aporte el hablar de una "dictadura del concepto".

    ResponderBorrar

Publicar un comentario