Una mirada que nace de la oscuridad





"Cuando las puertas estaban cerradas, todo el mundo quería entrar, 
y ahora que él había abierto una puerta a las claras (...), nadie venía".
Franz Kafka, Metamorfosis

¿Qué ves cuando sólo hay una mirada? ¿Cuándo el rostro se oscurece con algodón negro? ¿Cuándo no hay piel que percibir? ¿Qué ves cuando se deben ocultar las emociones y las expresiones faciales? ¿Se ven cosas distintas en la dignidad y en la humillación? Cuando todo se oscurece, se deben crear canales que no dependan de las personas ni de los sujetos, sino de resistencias y rebeldías que las habitan en colectivo. Se deben construir ideas que perseveren, ideas que nunca mueran.

En el mundo actual, gobernado por el capitalismo y el patriarcado, es difícil percibir una idea por fuera de la persona. La conciencia y la realidad se acompañan de sujetos que las viven y las sienten. El capitalismo ha creado una ilusión, realidades que nos habitan y nos hacen creer que somos especiales, que todos los ideales caben en el mundo y que se puede ser lo que uno quiera ser. Se busca lo práctico, la fácil; aunque todxs somos desechables creemos ser perdurables. Buscamos trascender desentendidos de lo efímeras que son nuestra vida y nuestras decisiones y, en la banalidad, buscamos quedarnos por siempre, existir como seres reconocidos, importantes, perdurables, poderosos y eternos. Para lograr esto, el capitalismo utiliza la opresión, la subyugación de alguien. Para que alguien perdure, gane o sobresalga, ha de haber alguien que se agote, alguien que pierda, alguien a quién empequeñecer. Ese alguien, cuando se le aplasta o se le explota, deconstituye su esencia, se convierte en un objeto. Así, el alguien ahora es algo, y algo es más fácil de exterminar que alguien. 

Los objetos son fáciles de manejar, no se quejan, no responden, no luchan, no resisten, no se rebelan. El capitalismo convierte a los humanos en un bien utilitario que puede ser usado como objeto. ¿Y de qué? De lo que el sistema capitalista quiera. Ese objeto puede servir para acrecentar su propio poder e, incluso, puede ayudarle en sus “revoluciones” y sus “luchas”. Pero el capitalismo es sólo una extensión de una hidra, una cabeza de una quimera monstruosa aún más poderosa: el patriarcado. 

El patriarcado tiene el poder sobre la cabeza capitalista porque, mientras que al capitalismo le interesan solamente el bien material, el recurso, el objeto, al patriarcado le interesan el pensamiento, la conciencia; en fin, las ideas. El capitalismo utiliza al patriarcado como corazón de la fuerza que le asiste en la destrucción de los recursos y en la utilización de los bienes. El patriarcado se centra en lo metafísico mientras que el capitalismo se concentra en lo físico. Uno desarrolla ideales en la mente de los sujetos para que después, el otro, pueda materializar estos ideales y convertir al sujeto en objeto. Una vez que esto sucede se refuerzan el uno al otro y en un torbellino de irracionalidad se mantienen en constante reforzamiento del objeto como objeto. El plan es, pues, objetivar al ser para que trascienda como objeto, para que no construya ninguna autonomía, ningún sentir, ningún pensamiento y ninguna realidad por su cuenta. Que el objeto trascienda dentro de otros objetos y que así el sistema se mantenga. ¿Y quién gana? El objeto que posea más objetos, así se crea la ilusión de que no se es objeto porque se gobierna y se posee algo.


¿Y aquí quién gana? Realmente nadie. Todxs somos objetos, somos nadie. Ganan el capitalismo y el patriarcado como sistemas, como seres inanimados, como seres inexistentes. Por eso nadie parece poder enfrentarse a ellos, porque no son tangibles, se hacen intangibles entre cuerpos objetivados. El capitalismo es depredador. Conquista territorios y explota seres humanos. El capitalismo conquista sus cuerpos y el patriarcado sus ideas. Te puedes “rebelar”, siempre y cuando esta rebelión resulte cómoda para el sistema. Éste cambia el objeto por uno nuevo, cambia al explotador por uno más consciente, por uno más light. Cambia el problema por uno más sutil y superficial. El mundo capitalista sin explotación del objeto y del sujeto objetivado es simplemente imposible. Todos los conceptos y las teorizaciones que eliminan la concepción de poder de lxs explotadores sobre lxs explotadxs permiten que el patriarcado siga conviviendo dentro de nuestro ser sin que se le cuestione. El poder “buena onda” también es poder y sirve para dominar a alguien o algo. La seguridad es seguridad para el capitalismo; la libertad es la libertad de poder del capitalismo; la justicia es la justicia del poder del capitalismo; la solidaridad es la solidaridad hacia el capitalismo. Los valores se disuelven cuando no son creados con autonomía sino bajo los ideales del sistema patriarcal. Entonces el poder sigue siendo fundamental y los valores sólo sirven como adoctrinamiento para acrecentar ese poder en las ideas de los seres humanos.

El “poder” es la forma en que conviven el capitalismo y el patriarcado. Algunxs han intentado deshacerse de la moneda de cambio como estrategia para acabar con el capitalismo, pero olvidan que también se pueden comprar las ideas con otras ideas y la imaginación con fantasías. En otros sistemas patriarcales, que incluso compiten contra el capitalismo, se pueden utilizar los pensamientos como moneda de cambio sin necesidad de un material físico que intercambiar. También los sueños se pueden comprar con ilusiones: “El cambio está en uno mismo”, “el que es pobre es porque quiere”, “todas las cosas pasan por algo”, “no hay mal que por bien no venga”, “si lo puedes soñar lo puedes lograr”. Siempre se puede sembrar una idea y lograr que ésta sea cosechada dentro de un sistema. Un capitalismo “humano” lleno de desarrollo y progreso a cualquiera puede complacer. Un patriarcado “women friendly” y “gay friendly” que permita a las mujeres y a las sexualidades ser ahora lxs explotadorxs es suficiente para acallar unas cuantas voces de protesta y subversión. La ilusión de humanismo en sistemas de dominación es la mejor estrategia para sustentar la objetivación del ser. La libertad en un capitalismo “humanista” ilusiona al comprador porque es libre de comprar cualquier objeto en el mercado, incluso seres humanos. Se tiene la libertad de explotar a quien se quiera, siempre y cuando se le convenza de que no está siendo explotadx; “es por el bien del progreso”, “es por el bien de la nación”, “es por el bien de los derechos humanos”. El proceso civilizatorio permite utilizar a los pueblos originarios para beneficio del finquero, del que tiene más gente y recursos bajo su poder, y despojarlos de lo que son. Al fin y al cabo deben "evolucionar”. Es lo que al sistema le conviene y por tanto parece que a la colectividad también. Si no estás de acuerdo, no te importan tu gente, tu país, tu pueblo, tu comunidad, tu colectividad. Crean realidades aterradoras de las cuales, afirman, nos pueden salvar, presentándose así como necesarios. Pero eso lo dice quien busca el beneficio de la individualidad a partir de las colectividades. Es un gran discurso, ¿cómo negarse a ser patriótico cuando desde pequeño te enseñaron que la peor ofensa es ser traidor a la patria, sea quien sea esa señora? El capitalismo y el patriarcado permiten obtener un poder individual, egocéntrico, que se disfraza de humanismo colectivo. ¿Quién habría de negarse a tener un poco de poder? Mejor eso que vivir (tan) dominado. “Te aniquilamos, te dominamos, te explotamos, pero fue por el bien de todos (y de todas)”, porque ahora también en el capitalismo hay que ser inclusivxs.

En la desesperación de no tener poder, se han creado supuestos sistemas novedosos pintados de colores rojos y amarillos que violentan el azul y el verde del dinero. Pero el problema no es sólo el capitalismo. Esta hidra tiene más que muchas cabezas; también tiene un corazón que extirpar. Recordando las palabras de las mujeres zapatistas, “aquello que hay que apagar, aquello que se debe de incinerar y quedarse esperando hasta que sólo queden cenizas” (y yo agregaría agua para que no se vuelvan a encender) es el patriarcado. El patriarcado permite que el capitalismo respire, es los pulmones de sus ideas. El poder fundamental que adquiere el capitalismo se encuentra en la capacidad que tiene el patriarcado para gobernarlo. Si destruimos este corazón, esos pulmones y esas entrañas, evitaremos que el capitalismo deshumanizado se transforme en socialismo o comunismo o en cualquier gobierno dominado por el egoísmo y el poder. Al destruir el patriarcado se desmorona la egocracia donde lo único que importa es ser el más importante (aunque a nadie le importe), el más dominante (aunque no se domine ni a unx mismx), el que diga más cosas (aunque no se diga nada), el que haga más cosas (aunque sean desechables), el que haga más luchas (aunque no tengan revoluciones), el que gobierne más tiempo (o se esfuerce más veces en conseguirlo), el que sea más rebelde y se arriesgue más frente a la muerte, como si se supiera lo que es. El verdadero enemigo de la humanidad colectiva es el poder y el principal estandarte en el que éste reside es la figura del patriarca, proveedor, defensor y supervisor del rebaño.   

Y entonces, en las montañas del sureste mexicano, en el rincón más olvidado del país,  el objeto se rebela contra sus dueños. No sólo en lo físico si no en lo mental. Con una cadencia estoica se mantiene sereno ante la trascendencia, no busca preservarse como ser superior, se mantiene resistiendo en la colectividad. Escucha, aprende, pregunta con humildad, pero también se defiende, lucha, crea realidades inexistentes para lxs inmersxs en el capitalismo y en el patriarcado, evoluciona y progresa con sus errores y sus desencantos pero siempre con paciencia y con un objetivo claro, vivir rebeldes y resistiendo siempre.

Durante más de 500 años, a los pueblos indígenas se les ha arrebatado todo lo que tenían y todo lo que eran. No sólo se les quitaron las tierras y se les objetivó durante siglos, sino que también se intentó quitarles sus pensamientos y sus ideas. Se buscó destruir una autonomía no sólo geográfica y corporal sino también ideológica. Ha existido, desde entonces, una lucha por la libertad de territorios. Les quitaron las tierras, les quitaron los cuerpos e intentaron quitarles las ideas, pero las defendieron y recuperaron todo lo que era de ellxs. Nunca se han rendido. Dejaron de lado su “yo” para el todxs (o como ellxs dicen: todos, todas y todoas) y prefirieron el exilio de los egocráticos para construir sus realidades colectivas que no son de uno sino que son autónomas en la totalidad de individuos que las habitan y que, además, están en perpetuo movimiento, revolucionándose con cada nuevo aprendizaje y con cada nuevo entendimiento.


Una vez que el yo ya no es un individuo sino un todo, las ideas pueden fluir mejor. El consenso es posible porque se puede entender al que siente y piensa a su lado, al que pertenece a la colectividad. Existe una armonía entre los sentipensares que fluye como un torbellino y que crea estructuras caracólicas que ya no se destruyen, que sólo se construyen y crecen. Y todo surgió de una transformación pequeña pero que resultó gigantesca, un proceso de empatía que construyó una especie de altruicracia para destituir todas las -cracias que ya lxs tenían hartxs, donde siempre perdían, porque de ganar se trata. Este proceso de empatía permitió destruir el gobierno de alguien o algo que tiene el poder; un único organismo que domina a los demás porque el dinero se lo permite, porque la fuerza se lo permite, porque el pueblo se lo permite, porque el poder se lo permite. Ellxs no se dedicaron a crear algo material que peleara contra el capitalismo o el patriarcado. Ellxs han entendido que la lucha debe ser metafísica, ideológica, y que para eso necesitas las ideas y pensamientos como armas. El cambio ha ocurrido en la comprensión de conceptos y pensares. Un cambio en el espíritu para que el ser permita la modificación de los sentipensares cuando sea necesario. Y esta lucha no está concluida, nunca lo han dicho, siempre se puede seguir aprendiendo y creciendo en la comprensión de conceptos; ese es el verdadero progreso. El capitalismo progresa en la materialidad y en la capacidad de obtener recursos. El patriarcado le ayuda deformando (nunca transformando) la idea del poder. El zapatismo ha transformado los conceptos fuera de la realidad preconcebida. Los ideales se transforman y se revolucionan en torbellinos de pensamiento y no de irracionalidad, se consensúan en la comunidad, se escuchan todas las voces y todas las realidades y se acuerdan progresos en conjunto. Ellxs han entendido que los movimientos sociales no se tratan sólo de praxis sino de argumentos teóricos que modifican la percepción del ser ante el mundo que los rodea. No sólo van a conseguir algo y van a dejar de luchar, van a estar en constante lucha por siempre, como debe ser el pensamiento, como debe ser la vida, como debe ser el ser. Nunca concluye el ser por lo que nunca puede concluir la lucha.

Los símbolos sostienen los movimientos sociales, una máscara, una estrella, un caracol. Pero eso no es el movimiento. El movimiento es desplazamiento de ideas hacia otro lado, revolución de ideas en un remolino de conocimiento. Y la gente, inmersa en su objetividad pregunta: pero ¿cuál es el objetivo? Y ellxs responden: no hay objetivos más que el de crear nuevos torbellinos de ideas. No hay un propósito fácilmente asequible, no se puede ser teleológico cuando se quiere conseguir la autonomía con dignidad, cuando se quiere ser libre, cuando se quiere pensar y crear nuevas realidades. Pero si no hay propósito explicable ¿qué queda?, quedan las emociones, los sentimientos, los principios, queda lo que falta por hacer y nada más. 

Se deben construir sociedades, pensamientos, sentires y humanidades altruistas. La dificultad de esto reside en la fantasía. Si se proyectan ideas que presentan mundos y realidades irreales pero que liberan sentires y pensares asociados a la felicidad, se opta por la opción más fácil. Cuando se piensa críticamente se puede dirigir el torbellino hacia la responsabilidad social, no egoísta, sí altruista. Pero eso nunca es fácil. Si el torbellino de ideas es egoísta no es un torbellino, es una brisa que desarticula, desentiende la organización de la caracola y la transforma, la deforma y no se construye correctamente. ¿Por qué se piensa que ya se consiguió algo? ¿Se cree que ya se ha dado suficiente? El objeto se visibilizó y a muchxs les pareció suficiente. Pero el objeto no sólo se visibilizó sino que se rebeló contra sus dueños. Se indignó de lo que hacían con él y se entendió como algo más que no requería de la aprobación de nadie para existir. ¿Y cómo pudo preservar el ser digno después de tanta lucha? Volviendo a nacer digno y comprometiéndose con lo que se tiene que hacer. Imaginó diálogos horizontales para crear canales de comunicación reales, para llegar a lo profundo en un mundo superficial donde se necesita del pensamiento expresado en la ciencia, el arte y la filosofía, pero que también necesita que éstas sean profundas, y que, por lo tanto, existan fuera del capitalismo. Una vez que se deja de ser autoritario, se pueden tomar decisiones porque el ser ya sabe cómo tomarlas, porque la filosofía humanista, el análisis crítico y la racionalidad empapan su esencia. Ya no se necesita demostrar nada, sólo le queda demostrar lo que es.

Lxs zapatistas nos enseñan que debemos permitir el diálogo y la libertad en lo importante y dejar de discutir en lo superficial. Ahí no hay discusión, ahí no hay profundidad. La flor de la palabra se marchita cuando lo importante sólo es quién la dice y no el discurso que proclama. La egocracia se disemina en las personas para dominar el discurso y permea sólo en la capa más superficial. Mientras no se logre combatir esto se mantendrá una lucha interna contra la propia identidad, contra la definición interna porque lo que sigue importando es cómo te ve el sistema, cómo te perciben los seres que te conocen. Toda esta lucha desde la autonomía del ser debe ser previa a la lucha colectiva. No es sino hasta que te defines como ser que puedes definir tu colectividad. Se requiere un aprendizaje del ser desde la infancia para que las niñas y los niños, cuando lleguen a la adultez, no tengan que aprender la autonomía cuando ya es necesario actuar. Si se crea un pensamiento autónomo, altruista y empático a lo largo de toda la vida, la conciencia social será incapaz de ir contra sus principios y el actuar inmediato e inconsciente se desarrollará de forma autónoma, altruista y empática. Así se crea una persona altruicrática y se destruye a la egocrática.

La forma egocéntrica como nos ve el mundo es una representación del heteropatriarcado capitalista. A ése sí parece importarle quién eres, lo que nos hace sentir especiales aunque realmente sigamos siendo desechables para él. La persona altruicrática, la zapatista, no requiere de la aprobación para existir. Sabe que no es especial y no necesita ser especial porque pertenece a un conjunto de personas que no son especiales en la individualidad sino que representan mucho más en la comunidad. La colectividad se muestra entonces como la pérdida de la necesidad de aprobación y de la creación del ego. La decisión no es tuya sino de la comunidad. No eres especial porque realmente no eres especial en el universo, nadie lo es, pero eres realista; en tu realidad existes porque perteneces a un colectivo. Nuestro entendimiento del ser ha sido construido por la misma filosofía occidental que nos enseñaron desde pequeñxs. El cambio y la destrucción del heteropatriarcado y del capitalismo no vendrá hasta que no se construya una filosofía colectiva, hasta que no entendamos que el yo no va primero que el todo y que pertenecemos a un universo que depende de las colectividades. 



Esta filosofía egocrática ha destruido incluso nuestro hogar natural. Se necesita una ecología antiheteropatriarcal anticapitalista feminista donde entendamos que todos los seres vivos conforman un sistema horizontal donde no existen sistemas de dominación sino de adaptación mutua. Hay que destruir el pensamiento egocrático hasta en nuestra ciencia, en nuestro arte y en nuestra filosofía para que el planeta sobreviva en colectividad, como un mundo vivo. Ahora que la hidra capitalista floreció y está polinizando las mentes de todxs lxs que la habitan nos muestra pétalos de progreso con cépalos de retroceso que permiten la extensión de la flor mientras ésta no se vuelva incómoda. Necesitamos una red que se vuelva telaraña, que atrape el florecimiento de la hidra venenosa disfrazada de ornamento y que permita el florecimiento de la palabra y de los colores. Requerimos coordinación, cooperación, colectividad, coacción y coherencia, y todos y cada uno de esos sustantivos conllevan no un “yo” sino un “todxs”.


Debemos seguir caminando con dos pies, la rebeldía y la resistencia. El no y el sí, el no al sistema y el sí a nuestra autonomía. Tenemos que construir nuestro propio camino hacia la vida. A cada quien le queda entender que debe de luchar contra el capitalismo, contra la egocracia, contra el patriarcado. Luchar también contra el que promete una buena administración, represión y explotación. También contra lxs que quieran homogeneizar e imponer hegemonías. Es posible que tengamos que pelear contra 30 millones o 7 mil millones que confíen en el sistema capitalista y heteropatriarcal, pero falta lo que falta, falta la realidad. Seremos lxs desechables que perduren en la lucha y logren transformaciones reales en la realidad para crear frentes anticapitalistas y antipatriarcales. Aquellxs que debemos estar en contra de todo lo que profese el orden, el progreso y el desarrollo a la manera como los ven el capitalismo y el patriarcado. Hay que seguir imaginando transgredir con rebeldía para crear el nacimiento de conciencias, dignidades y luchas. ¿Cuándo vamos a escuchar lo que lxs autónomxs nos están diciendo? Cuando callemos. No debemos olvidar el espíritu de la palabra. Entonces, ¿qué escuchas cuando sólo ves una mirada?


Imagen tomada de: https://radiozapatista.org/wp-content/uploads/2019/01/IMG_7987.jpg

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