El ser pensante para sí y para los demás
¿Qué es pensar? Esta pregunta es un punto de partida en cualquier planteamiento filosófico. Pero la forma de analizarlo es demasiado compleja como para querer simplificarlo con una sola idea general.
Pensar, en la
filosofía, representa muchas corrientes de pensamiento que incluso se
contraponen unas con otras y han sido discusiones interminables desde
prácticamente el inicio de la historia humana; desde que pensamos nos preguntamos
¿por qué pensamos? y ¿qué es pensar?. Tres grandes filósofos que dedicaron gran
parte de su vida a pensar lo que significa pensar y las repercusiones sociales
que puede llegar a tener esto, fueron tres grandes pensadores del siglo XX: Martin
Heidegger, Max Horkheimer y Theodor Adorno. Heidegger pertenece a una corriente
mientras que Adorno y Horkheimer tienen una contrapropuesta directa a las ideas
del primero. Es importante ubicar espacial y temporalmente a estos filósofos ya
que, a mi parecer, es fundamental para entender sus ideas y contextualizarlas
con su historia de vida.
Heidegger, Horkheimer y Adorno nacieron todavía en
el Imperio Alemán, previo a su disolución y formación de la Alemania actual.
Los tres vivieron tanto la primera como la segunda guerra mundial pero desde
perspectivas un tanto distintas. Heidegger se afilió durante los años 30 al
Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores y estuvo ejerciendo como
profesor en Alemania durante todo el régimen Nazi. Por otro lado, Adorno y
Horkheimer, pertenecieron a la Universidad de Frankfurt donde las ideas tenían
un giro Marxista e incluso fueron exiliados de Alemania durante el mismo
régimen de ocupación Nazi. Esto nos puede dar una idea de las diferencias
político-sociales que cubrían a estos tres autores, siendo Heidegger más de una
tradición conservadora con un complemento teológico muy fuerte, mientras que
Horkheimer y Adorno tenían más un ideal marxista liberal.
En cuanto a su manera de pensar acerca de lo que es
el ser, sus posiciones eran también muy diferentes. Heidegger es
antirracionalista y fenomenológico lo cuál implica que para él, los fenómenos
se pueden entender en y por sí mismos sin la necesidad de utilizar la razón o
el exterior del ser para entenderlo. El sentido de las cosas es dado por el
ente mismo, él existe y es por eso que él mismo puede darle sentido a su propia
existencia. Debido a que las cosas también podrían ser entes, Heidegger
distingue al ente humano como da sein.
El da sein no es un sujeto, es un ser
no material trascendental. El sujeto implica que hay una conciencia del sujeto
en sí, una concepción del mismo hacia su existencia, pero para Heidegger el
sujeto es una inmediatez que existe y no sólo existe si no que es. El da sein es arrojado al mundo donde puede
darse cuenta de su existencia a partir de que reconozca su carácter y no
perderse en los entes ajenos al propio ser.
Horkheimer tiene una idea de la existencia mucho más
enfocada hacia el sujeto y su contexto histórico y social. Los objetos si
tienen una repercusión en la forma del ser del sujeto. El objeto puede ser desconocido
para el sujeto y por tanto modificarlo. De hecho él sugiere que la mejor forma
de desarrollar el entendimiento del ser es con la conciencia de la modificación
crítica de ese pensamiento que parecería ser eterno pero que no lo es. El mundo
objetivo, que considera ser constante y dispuesto sin modificaciones, depende
plenamente de la actividad de pensamiento del sujeto, es decir, de cada individuo.
Para Horkheimer el valor de la existencia del ser recae en la capacidad del
mismo de salirse del sistema preestablecido y de resquebrajar la red sistémica
que parece estar definida en el mundo. El ser no es el problema, sino el
exterior que lo objetiva, lo cosifica y lo convierte en algo que no es, el ser
deja de ser por las cosas que no es.
Adorno, a su vez, critica la idea de una existencia
eterna y fenomenológica que sólo simula ser importante en el interior del ser.
Para él la verdadera existencia está en la capacidad del ser de pensar
filosóficamente, de tener un pensamiento emergente y espontáneo que critique a
la sociedad objetivada. Para Adorno es más importante el exterior del ser; la
realidad. El principio de la realidad es lo que realmente puede dar un entendimiento
al ser, no cómo un sujeto a parte, si no al contrario, como un ser que es parte
de una realidad que lo envuelve. Adorno podríamos decir que busca más el lugar
del ser en la realidad, pero hay una cuestión importante que agregar. La
realidad es mediada por nosotros mismos, no existe la explicación de la
realidad sin la interpretación, por lo tanto no hay sujeto ideal, no se puede
tener si todo está mediado por la realidad que nosotros mismos estamos creando.
La única forma de escapar a esta mediación es a partir de la educación del
mediador en el humanismo, esto permitirá la espontaneidad que surgirá fuera de
la enajenación del mismo sistema.
A partir de estas ideas iniciales podemos comenzar a
desarrollar el pensamiento de estos tres pensadores hacia la cuestión inicial
de ¿qué es pensar? para cada uno de ellos.
Heiddeger cree que el pensar es el ser en sí mismo.
Pensar es lo que es necesario dejar que yazca y que se tome en consideración
por el ente desde el ser, desde el da
sein. El ser es ajeno a la realidad externa porque lo único importante es
la introspección de su propio pensar. El pensamiento es en sí sólo darse cuenta
de que se es y seguir en un círculo hermenéutico de interpretación, pero no del
mundo, si no de lo que se es. Todo está enfocado en el saber del da sein
sobre sí mismo, sobre su propio ser. Este planteamiento, a mi parecer, es muy
similar a la ideología protestante cristiana. El protestantismo se desarrolló en
Alemania a mediados del siglo XVI a partir de las ideas reformadoras de Lutero
hacia la iglesia católica. Este movimiento religioso surge principalmente por
la desilusión de este personaje ante la mundanalidad en la que había caído el
capital cristiano. En ese momento la iglesia católica había implementado las
indulgencias a partir del diezmo como ingreso monetario para el papa y la
institución religiosa. Para Lutero esto hacía de dios y del cielo un objeto más
que el humano podía obtener y poseer. El luteranismo se basa en cuatro fórmulas
principales que son: la salvación exclusiva por la gracia de dios, la fe como
único motor de salvación (eliminando así la intención de la salvación por medio
de la compra de indulgencia), las sagradas escrituras como única fuente de
revelación de la verdad y sólo Cristo como mediador entre dios y los humanos.
Estas ideas son posteriormente más reformadas por Calvin cuando, a pesar de
mantener tres de las cuatro doctrinas principales del luteranismo, modifica
aquella de la salvación por medio de la fe a cambio de la salvación predestinada
por dios. Bajo esta doctrina instaurada por Calvin uno está de antemano condenado
o salvado por dios cuando es arrojado a la Tierra por él, y el humano no hay
nada que pueda modificar de su vida, de su realidad ni de su ser que pueda cambiar
este destino. El humano es por tanto, bajo las ideas protestantes (sobre todo
la calvinista), arrojado al mundo sin la capacidad de cambio. Lo único que
puede hacer es percibir las cosas que lo rodean, que son obra de dios, y
esperar que su alma haya sido elegida para la salvación en el cielo.
Esta idea deriva en lo que se conoce como ascetismo
donde se intenta poner al alma o
espíritu en control del cuerpo. El alma pasa a formar la parte inspiradora del
ser y se pierde la función del cuerpo, ya no es necesario porque del alma
depende que el alma siga existiendo y de nada más. El ascetismo protestante,
dice Weber, es el impulsor del capitalismo actual, no como un fuerza que la
hace surgir, sino que lo mantiene gracias a la doctrina calvinista de salvación
y de condenación. El hecho de que no haya libre albedrío y no se pueda
desarrollar el camino al cielo o al infierno deja a los humanos con muy poca
satisfacción por la vida y nuestro propio ser. Pero esto es lo que permite el
giro siniestro hacia el capitalismo desbocado que abunda en la actualidad y
desde hace casi dos siglos. El hecho de no conocer si el humano está salvado o
condenado nos hace tratar de buscar verificación de si se es el elegido durante
nuestra vida aquí en la Tierra. Si no se tiene esta verificación qué caso tiene
ser bueno o malo si de todos modos el cielo o el infierno ya están garantizados
para él. Pero el giro maquiavélico del capitalismo derivado del ascetismo
protestante surge justo a partir de esta declaración. Si uno tiene éxito en sus
proyectos de vida, es muy probable que sea un elegido de dios, porque si mi
destino es la salvación dios debería premiarme también aquí en la Tierra. El
éxito me está justificando todo y lo exterior a eso no importa. De esta forma
la religión protestante da lugar, con sus doctrinas dogmáticas, al desarrollo de
una ideología en la que lo importante no es el exterior si no lo que le suceda
al alma propia; esta alma que fue arrojada por dios al mundo ya con un destino
de salvación o perdición, que no se puede cambiar y que sólo puede ser
observada en el éxito que uno tenga dentro de ese mismo sistema creado por él.
Todo esto me
parece fundamental para poder entender mejor las ideas de Heidegger. El
ascetismo se ha creído durante mucho tiempo como un sistema exclusivamente
religioso pero ha abordado muchísimos otros aspectos de nuestra sociedad.
Incluso ahora describía como esto dio lugar al desarrollo del capitalismo
europeo y norteamericano, pero me parece que incluso en Heidegger, ha abordado también
el campo de la filosofía. Cuando uno observa el planteamiento del da sein de Heidegger se puede dar cuenta
que es muy similar a las almas condenadas del protestantismo calvinista. Para
Heidegger el da sein es arrojado en
un mundo con el que no puede interactuar más que en el pensamiento consigo
mismo, es de cierta forma aislado ya que sólo puede llegar a conocerse a sí
mismo. Las almas en el calvinismo son enviadas por dios a un mundo que se les
es dado, un mundo donde se debe vencer la enajenación de las cosas que ahí se
encuentran porque el alma es lo único que importa en el individuo. En el
calvinismo esto mismo conllevará a la enajenación del capitalismo desbocado por
el hecho de querer poseer más para la demostración implícita de que se es un
elegido de dios, pero el planteamiento idealista no debería de buscar
comprobación de ningún tipo. Para Heidegger este proceso de existencia del da sein es un camino que sólo depende de
sí mismo y que sólo puede aspirar a conocerse en sí y para sí. No puede ser
objetado por las cosas externas a él ni puede ser modificado, por tanto en el
ideal Heideggeriano sólo nos queda encontrar nuestra existencia en nosotros
mismo. En el concepto Heideggeriano no idealista, es decir, en la praxis, esto llevará al da sein en un camino contrario donde
tratará de darse cuenta de que existe por la capacidad de encontrarse fuer a de
sí mismo, al igual que el proceso indirecto de descubrimiento de la elección
divina en el calvinismo. En el protestantismo calvinista el camino sólo puede
ser recorrido por esa alma y va a ser determinada por dios y por nadie más, tu
salvación ya está decidida, a ti sólo te queda darte cuenta de si fuiste
elegido o no bajo una introspección de tu propio éxito en este mundo dado por
dios. En Heidegger, la única variante es que el alma se representa con el da sein y la salvación es darte cuenta
de tu existencia como ser separado del mundo y por tanto demostrarte tu propio
éxito en tu propia introspección de lo que eres, de lo que es tu ser.
Bajo este
planteamiento, a mi parecer, toda la ideología de Heidegger en ser y tiempo y
en ¿Qué significa pensar? son derivaciones de la doctrina religiosa protestante
ascética del calvinismo. La idea de la imposibilidad de modificación del ser es
determinante en las dos ideologías y sobre todo, en este caso, el pensar es
sólo un pensarse como un ser destinado a estar aquí, en el mundo dado, y darse
cuenta de que se es y nada más.
Horkheimer y
Adorno son completamente contrarios a esta concepción. Los autores de la
escuela de Frankfurt son todo menos conservadores. Ellos recriminan al
dogmatismo la incapacidad de desarrollar el pensamiento real. Horkheimer más
dirigido hacia la crítica social mientras que Adorno más enfocado a la
capacidad del arte, pero en los dos casos se busca la desintegración de lo que
ya está preestablecido. Por supuesto la postura de Horkheimer y de Adorno se
complementa muy bien con las ideas de Marx, no pensándose hacia un sistema
socialista, sino por la crítica al capitalismo. Muchas veces se ha llegado a
pensar que como ellos provienen de una tradición Marxista piensan que el
socialismo es lo que puede modificar la enajenación del capitalismo, pero creo
que sus críticas son más profundas que eso y que no tratan de tomar una postura
social ya existente si no de desarrollar una nueva idea de cómo debe funcionar
la sociedad y el ser que en ella habita.
Horkheimer
pretende modificar el idealismo materialista que sólo cosifica al ser humano y
lo vuelve mano de obra; un utilitarismo que convierte al ser en un bien usable
por una persona que generalmente tiene el poder sobre él, como si lo poseyera.
La ciencia, en la concepción de Horkheimer, se ha convertido en un instrumento
más de la cosificación del ser humano, aunque esto no debiera ser así. La
ciencia debe criticar y criticarse, no sólo porque es su fundamento ontológico
desarrollar una episteme autónoma, si no porque debe alzarse como la base para
el pensamiento real. La ciencia puede, en un sistema guiado por el capitalismo
utilitario, deslindarse del humanismo y concentrarse en una teoría tradicional
que sólo obtenga de la gente lo que necesita. Sin embargo, la ciencia debería
de ser siempre transgresora para que en esa transgresión desarrolle realmente
un pensamiento alejado del enajenamiento de la sociedad capitalista. Para
Horkheimer podríamos decir que pensar significa para él ser la capacidad de
cambiar y modificarse, no alejado del mundo, si no utilizándolo como una
especie de trampolín para volverse a crear y reentenderse todo el tiempo.
Adorno, de
igual forma, piensa que la clave del desarrollo mental racional del ser radica
en su capacidad de movimiento y de transgredir el orden preestablecido. Él se
centra más en la capacidad de las artes como fuerza motivadora del humanismo
más que la ciencia. El arte es el único que puede realmente salirse de esta
tradición de pensamiento y desarrollar espontaneidad real en la mente de las
personas. El arte, al ser inspiración pura, plantea la capacidad al pensamiento
de liberarse incluso de la metodología de la ciencia y por supuesto del adoctrinamiento
de otras disciplinas socio-económicas y religiosas y así crear algo nuevo real.
Adorno cree que el pensamiento siempre va a estar mediado por nuestro contexto
pero que si existe algo que puede llegar a pensarse en el límite de este dogma
impuesto por nuestras inmediaciones, sólo puede ser el arte puro. El
pensamiento, entonces, para Adorno, podríamos decir que es la capacidad
filosófica del sujeto de desarrollar un acontecimiento a partir de la
inspiración espontánea que principalmente se logrará con el arte.
Adorno y
Horkheimer parecieran, en primera instancia, tener ciertos puntos encontrados
con la ideología Heideggeriana. El hecho de despreciar la enajenación del mundo
en lo material utilitario es clara en la tres posturas. Los tres parecen tener
la misma postura en cuanto a la modificación del ser. Pero existen ciertos
fundamentos que conflictúan estas ideas entre los autores de la escuela de
Frankfurt y Heidegger.
Heidegger
puede que haya sido interpretado de muchas formas y que sea reconocido en
muchos casos como un filósofo que estaba en contra de la técnica, de cómo la
ciencia nos enajena y que nos plantea olvidarnos de las cosas materiales. Pero
bajo la concepción antes descrita en la que se demuestra que el adoctrinamiento
protestante tiene un gran parecido con las ideas filosóficas de Heidegger se
entiende mucho mejor ese razonamiento fenomenológico. En lo personal, no creo
que Heidegger, al momento de expresar su idea de da sein y de ser en sí y para sí, esté criticando la incapacidad de
la ciencia de liberarse del instrumentalismo como lo hacen Horkheimer o Adorno.
Para Horkheimer la ciencia sí debe existir y no sólo existir si no ser un motor
del sujeto pero, siempre y cuando, se desarrolle de forma crítica y liberadora
de la burguesía; Heidegger, me parece que hace lo contrario. Él critica a la ciencia
porque puede cambiar las ideas y el dogmatismo que el da sein, según Heidegger, no puede modificar. La ciencia según
Heidegger, es peligrosa, pero no porque puede enajenarse como lo ve Horkheimer,
si no porque puede reducir el entendimiento de sí mismo al desarrollar objetos
que lo modifiquen. De igual forma podemos ver una interpretación totalmente
distinta de Heidegger cuando entendemos que las cosas se encuentran ahí para
que las pensemos pero no para que las modifiquemos, y no sólo eso si no que
están puestas ahí (muy posiblemente por un dios que Heidegger no describe pero
que evidencía de forma indirecta) para que yazcan en nosotros cuando las
pensemos. Claro que parece, al mencionar el círculo hermenéutico donde la
existencia del ser existe, que estuviera proponiendo un recambio en el pensar y
una especie de autonomía de pensamiento y de reformación del mismo ser. Pero
cuando se piensa como un ciclo implica que no se deshace nunca, que se mantiene
siempre dentro del mismo patrón sin poder escapar, sin existir fuera de él, y
por tanto se aleja de la concepción de Horkheimer. La diferencia con Adorno es
todavía más drástica. Adorno creía que los patrones, fueran círculos cíclicos o
no, debían de romperse siempre. Adorno creía que el rumbo debe ser cambiado
hacia nuevos lugares, no en la pasividad de la existencia circular no reformativa,
si no en una explosión de pensamiento filosófico espontáneo, inspirado, natural
y sin limitaciones, es decir, un pensamiento que escape de la mente y surja por
sí mismo dentro del ser.
A mi parecer
Heidegger nos dibuja una concepción del ser que puede ser entendido desde
diferentes tipos de interpretación y que puede ser utilizado a beneficio de
quien lo requiera; muy irracional en algunos caso e incluso redundante. Este
tipo de pensamiento me parece tan perverso como aquel desarrollado por el protestantismo
calvinista. Los dos son conceptos del mundo que entendidos de una forma parecen
ser los más altruistas hacia quienes los piensan porque lo importante es ser tu
mismo y sólo disfrutar de tu vida como es. Tu vida no se puede cambiar porque
ya estás elegido a ser salvado por un ente inanimado que es tu mismo ser (da sein), en el caso de Heidegger, o por
un ente divino llamado dios, en el caso del calvinismo protestante. Pero la
visión es distinta cuando se piensa en el egoísmo del ser que se está pensando
como da sein, como elegido; porque
para él lo demás no importa, lo importante en todo caso, es demostrar que uno
es a partir del éxito obtenido en su encuentro con su propio ser. El da sein busca su éxito en la no
enajenación con lo material porque lo importante es lo que se es y nada más, no
lo que se puede llegar a cambiar y mejorar a partir de los demás.
En el caso de
Horkheimer y Adorno es mucho más claro lo que trataban de hacer en la sociedad
que conocieron. El cambio es lo importante, el dogmatismo social, ya sea en el
arte, en la ciencia, en la economía o en la política, destruye a las sociedades
porque les quita la capacidad de reinventarse. El dogmatismo del sujeto destruye
también al sujeto en sí porque no le permite el desarrollo del pensamiento
crítico, del pensamiento desnaturalizante, del pensamiento racional y consciente.
Las ideas de Heidegger, para la concepción de Adorno y de Horkheimer, son por
supuesto un antagonismo del pensamiento real. Destituyen lo que el ser
realmente puede llegar a ser por el simple hecho de dejarlo metido en su propio
ser sin importarle el resto de lo que sucede afuera. Es cierto que la
concepción de Horkheimer y de Adorno se encuentra con problemáticas, sobre todo
al momento de conceptualizar como real un cambio constante que no establece a
un sujeto o a un ser en lo absoluto. Pero, en lo personal, me es impensable
imaginarme como un ser atrapado en un círculo hermenéutico en el que estamos
destinados a existir sin la capacidad de cambiar. Heidegger, a mi parecer, se
olvida del humanismo real que debe de tener como fundamento el cultivo de los
seres humanos como seres importantes por igual y se centra en un
pseudohumanismo al que sólo le importa el humano que se es en lo personal y
nada más. Me parece que la verdadera importancia del ser humano es la
posibilidad de seguir pensándose en sociedad y en conjunto con un mundo que lo
rodea, tal y como lo hacen Horkheimer y Adorno. Un mundo donde todos los seres
humanos se puedan desarrollar a partir del pensamiento crítico y de su
individualidad autónoma y libre, o por lo menos en la búsqueda de este. Creo
que el error de Heidegger es olvidarse de las demás personas que existen para
poder así crecer en un absolutismo egocéntrico donde sólo importa el yo, el ser
que sólo se pertenece a uno mismo; un individualismo desfigurado que no nos
lleva al desarrollo del ser colectivo si no al desarrollo de un propio ser aislado
y apartado del mundo en su ser personal, olvidando y desentendiéndose de los
demás seres que lo rodean para así convertirse en un ser menos natural de lo
que realmente, en la colectividad, podría llegar a ser.
Libros de referencia utilizados:
· Adorno,
Theodor. Consignas (Traducción de
Ramón Bilbao). Buenos Aires, Amorrortu, 1973.
· Heidegger,
Martin. ¿Qué significa pensar? (Traducción
de Raúl Gabás Pallás). Madrid,
Trotta, 2008.
· Heidegger,
Martin. Ser y Tiempo (Traducción de
Jorge Eduardo Rivera). Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2005.
· Horkheimer,
Max. Teoría tradicional y teoría crítica
(Traducción de Jacobo Muñoz). Barcelona, Paidós, 2000.
· Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del
capitalismo (Traducción de Denes Martos), Buenos Aires, La Editorial
Virtual, 2009.
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